¿Qué hay del paisaje en nosotros y de nosotros en el paisaje?
La Isla. (Arcilla. Amoniaco. Mosquito)
En las cercanías de Málaga la desembocadura del río Guadalhorce se divide de manera artificial en dos brazos de agua. Este doble cauce fluvial abraza, antes de confluir con el mar, una “isla” en forma de delta en lo que fue una enorme marisma y ahora es un complejo de lagunas no naturales fruto de antiguas excavaciones para extraer arena y piedra. Ese entorno natural muestra de manera intensa las variadas interconexiones existentes entre todos los seres vivientes y no vivientes. Historias entremezcladas y paradojas que van desde lo físico a lo intangible, y que son el punto de partida desde el que Alba Moreno y Eva Grau desarrollan este proyecto, “La Isla. (Arcilla. Amoniaco. Mosquito)”, que es un discurso personal que alude a este espacio concreto pero puede ser extrapolable a un plano global. El interés de Moreno & Grau por el lugar arranca, como en anteriores proyectos como “Many rivers to cross” o “Shore to Shore”, a través del río. Una constante en su trabajo que les permite hablar de su propia identidad, de transformaciones que las artistas se afanan por desentrañar y de la red de interconexiones y relaciones que el agua genera y en las que la simbiosis y la cooperación son cruciales. La previa investigación histórica de la zona, el análisis del ecosistema, así como el conocimiento respecto a la vida natural que emerge del paraje y el influjo que tiene sobre la población también son imprescindibles en este acercamiento vivo. Su método de trabajo parte de recorrer el propio lugar; estar inmersas en ese ámbito, experimentar en primera persona –en su propia piel– y aprender de esa experiencia directa es una parte fundamental de lo que luego serán las obras que a partir de ahí desarrollan.
Esta manera de trabajar inevitablemente provoca una subjetividad que envuelve todo el proyecto y que aleja la idea de un paisaje que está “ahí fuera” por un paisaje que existe a raíz del propio descubrir y experimentar en primera persona. Todas las sociedades se vinculan a un entendimiento y a una relación concreta con el medio natural en el que habitan. Cosmovisiones como el naturalismo, animismo, totemismo o analogismo se han definido desde la antropología o la etnología, como ciencias que permiten conocer las estructuras internas y las representaciones icónicas ligadas a determinadas comunidades en relación a esta dinámica. De todas ellas, comenzaron a desarrollarse cuerpos híbridos que acogían vínculos de variadas procedencias. El proyecto “La Isla. (Arcilla. Amoniaco. Mosquito)” no responde a estas clasificaciones lógicas y científicas, o dicho de otro modo, caducas, pero sí a esta razón de hibridez en cuanto a nuestra relación con el entorno natural. Moreno & Grau nos proponen una experiencia subjetiva que genera un pensamiento dual, sísmico y poético. Vinculándose de forma consciente y directa con el medio donde el recorrer se transforma en ser parte activa del mismo, generando obras que tornan lo físico en lo emocional, o como plantean las artistas, que van de “lo físico a lo intangible”. La cuestión sobre cómo aprehendemos nuestro entorno se asocia a nuestro cuerpo desde esta sensibilidad subjetiva, y cómo las artistas activan esta conciencia de lo natural reconociendo las huellas ausentes y dotando a sus trabajos de una agencia tautológica donde las obras no representan sino que, de forma concreta, son materia viva.
Nos hacen involucrar un cuerpo afectivo y consciente que se genera desde el recorrer de cuestiones como ¿Qué hay del paisaje en nosotros y de nosotros en el paisaje? o qué experiencias, como formas de conocimiento y experimentación, devienen de él y generan nuestra corporeidad simbiótica. Tras dejarnos invadir por el paisaje se inicia un proceso de transformación, atravesado por la red de interconexiones que se suceden en el medio y los constantes movimientos que allí acontecen. Las ondas del río, el surco de la serpiente sobre la arena, su piel cambiante o la variación de las constelaciones como guías, son movimientos asumidos por Moreno & Grau en su recorrido continuo, a modo de ritual iniciático, dentro de su proceso creativo. Mimetizarse con los ciclos y adoptar en sus gestos la interioridad y lo simbólico que posee todo elemento natural para llegar a formas de hacer orgánicas. Lo que es una renovación que supondrá deshacerse de viejas escamas en favor de un flujo dinamizador continuo; el río. El río como referente metafórico de esta transformación y como afluente identitario de las propias artistas. El sonido fluctuante al escuchar una caracola recupera su carácter instrumental al recoger desde su interior el eco de la desembocadura para inundar el espacio expositivo y activar las obras que de forma simbiótica, por sus materiales y formas, nos conducen a lo orgánico del barro, la arena y el agua. Existe una leve vibración en los indicios y las huellas de un tiempo pasado en “La isla”, no únicamente sobre el asentamiento fenicio que visitan – el cerro del Vilar– sino por todas las “formas visibles del tiempo” que se suceden. Un peso escultórico que portan sus obras y se extiende hacia un peso temporal no lineal, subjetivo y sujeto al “eterno retorno” que contemplan de forma circular con fenómenos como el anochecer o el amanecer. Distintos acontecimientos interdependientes y afectivos de sus experiencias que terminan por conmover al espectador. Esta reciprocidad entre experimentación y performatividad abre nuevos caminos sobre cómo construirnos, no como especie individualizada, sino como una colectividad derivada de multitud de interconexiones que parten de movimientos orgánicos y que nos vivifican en tanto a una naturalidad o animalidad renovada. Un organismo total que conmovido se cuestiona por las ausencias, deudas o fallas con el medio. Y que necesita del recorrer de esta dimensión sensible para volverse esencial a lo natural.
Madrid, febrero de 2021
Lee el texto completo aquí
Lee la crítica en El Cultural aquí